La casa antes y después de Suki
Siempre escuché a la gente decir que cuando se tienen hijos, el orden de las casas no vuelve a ser el mismo. Obviamente yo pensaba que eso es imposible cuando tienes hábitos de toda una vida.
Sin embargo, desde la llegada de Suki al hogar, no sólo cambió el ánimo de todos los miembros de la familia: estamos al pendiente del gato, de su arena, su comida, el agua y hasta sus juguetes y me atrevo a decir que hasta somos más felices.
Pero la realidad es que la casa sí cambió. No es difícil ir caminando por la sala y encontrarse pelotas, peluches, pájaros de mentiras… y por si esto fuera poco, un sillón completamente arañado al grado de que se ve el esqueleto del mismo.
A Suki le compramos un rascador para que no tuviera la necesidad de hacerlo en otro lado de la casa pero.. la verdad es que tampoco estuve detrás de él garantizando la seguridad de los muebles u objetos. Con tal de que Suki sea más feliz, lo he dejado hacer cuanta cosa se le antoja. Sí, es un hijo 100% chiqueado.
Antes de su llegada, mi sala era blanca e impecable. Ahora, cada vez se ve más gris porque aunque se lava a conciencia, al siguiente día ya vuelve a tener las patitas sucias de Suki por todos lados.
Asimismo, es fácil encontrar hule espuma no solamente en la sala, sino por todos lados, ya que Suki se afila sus uñas en la esquina del salón, llega hasta la base y con sus mismas patas, va arrastrando pedacitos de sofá hasta las recámaras, el comedor, los baños… en fin, donde se puedan imaginar.
En varias ocasiones he pensado en mandar a retapizar los muebles pero luego pienso que más nos vamos a tardar en este proceso y el dinero que se va a gastar, que en lo que el hijo vuelva a hacer de las suyas.
Suki apenas tiene dos años por lo que decidí que simplemente mientras se mantenga limpio el espacio, el tapiz puede esperar. Estoy segura que entre más madure, menos necesidad tendrá de estar destruyendo los espacios.
La verdad es que ni siquiera es porque se trate de un gato destructor, al contrario, es bastante cuidadoso pero si tiene la necesidad imperante de afilar sus uñas por lo que el rascador tendrá que volver a ser una opción.
Tan pronto como me sea posible, comenzaré a re educarlo en ese sentido para entonces sí, volver a tener una sala decente y que mi mamá no me diga que ya no me importa cuidar de mi propia casa.
Nos leemos la próxima semana y los invito a conocer mi blog Mi Gato y Yo.
Saluditos.