Membrillos
¿Hacemos dulce? pregunté esa tarde.
-Será el último- dijiste. Y yo sentí que algo se iba, junto a la hoja amarilla que el viento llevaba.
Era otoño y había olor a despedida. No obstante ignoré el presagio.
Puse los membrillos en la mesa y los maté con saña, hiriendo su blanca entraña.
Busqué la paila de cobre y a fuego lento, con el correr del tiempo me fuí olvidando de lo que hacía.
Desperté tarde, el dulce se había quemado, la casa estaba a obscuras, afuera no había colores.
Tu nota decía: Busca en el corazón de la fruta el sabor perdido. Cierra los ojos, saborea la miel que se esconde, en el secreto lugar junto al carozo. Allí…podrás encontrarme.