Mi mamá es un robot
Todas las mañanas, mami tiene su rutina de arreglo bien cronometrada. Está bárbara, parece robotito.
Abre la llave para que salga agua caliente mientras se quita la ropa, se mete a bañar, sale y se pone crema en todo el cuerpo.
Después aún con la bata de baño puesta, empieza a ponerse sus 5 mil menjurjes en la cara. Primero la crema para los ojos, luego la de la cara, luego un montón de bloqueador y termina con una crema de color para matizar el rostro. Ya cuando termina, decide que necesita cambiarse por lo que va al otro cuarto a escoger qué ponerse para este nuevo día. La verdad no entiendo el porqué escoge tanto si siempre termina con unos jeans, una blusa o playera y los mismos zapatos, en fin. Después de eso, regresa al baño y empieza a peinarse y secarse el pelo.
Sobra decir que mientras todo ese sucede, yo duermo plácidamente bien tapado entre las cobijas. Pero no crean que me desentiendo de ella, de vez en vez, abro mis ojos para saber exactamente en qué parte del proceso se encuentra y no me agarre desprevenido.
Posteriormente, mami sigue con su rutina de arreglo personal y al mismo tiempo, va preparando su mochila para ir al CrossFit por la noche, revisa sus mensajes o correos en el celular y contesta a algunos clientes y a veces hasta la veo haciendo caras porque algo de lo que está leyendo no le gusta.
Una vez que yo veo que mi mamá sale del cuarto y se dirige al mueble donde está mi cangurera, salgo de mi zona de confort corriendo y me escondo debajo de la cama; porque eso significa que ya está lista para salir y yo todavía quiero seguir durmiendo un poco más. No entiendo por qué si ella pide 5 minutos más antes de levantarse, a mí me exija que nos vayamos en el momento que ella lo decide.
Ya sé lo que seguramente todos ustedes están pensando. Yo ni camino, simplemente voy dentro de mi bolsa y cuando llego a la oficina me vuelvo a dormir, pero a quién le va a gustar saber que ya nos vamos a trabajar y que debo perder el calor de las cobijas para salir a la calle.
Y bueno, una vez que ella logra sacarme de debajo de la cama y meterme a la bolsa nos disponemos a ir a trabajar. Ah, pero antes… debemos pasar a la tienda por el desayuno de ella. Hasta la fecha nunca he entendido por qué no desayuna en casa. Siempre espera que lleguemos a la oficina para hacerse un café con leche y tomarlo con unas galletas rellenas de mantequilla.
Todos los días es la misma rutina y el mismo pleito entre mami y yo. Ella corriendo para llegar a tiempo a la oficina y yo, escondiéndome para que no me pueda atrapar.
Les deseo una bonita semana.
¡Garritas y mordiditas para todos ustedes! Y no dejen de seguirme en Mi Gato y Yo.