Mi querido Giorgio, sueños hechos realidad
En la década de los años 70 en que llegará Giorgio De’ Angeli a México, era imposible pensar que la cocina mexicana estaría a la altura de la francesa a nivel internacional, que en los restaurantes más refinados del país un 90 % de las mesas maridarán sus platillos con vinos mexicanos de excelente calidad, que los mercados con productos eco-gastronómicos nacionales se volvieran un hit después de más de 4 décadas, que la cocina mexicana tradicional fuera declarada Patrimonio de la Humanidad y que los chefs mexicanos y cocineras tradicionales fueran nombrados por la Secretaria de Relaciones Exteriores como Embajadores de nuestra gastronomía.
Tuve la fortuna de coincidir con Giorgio, 30 años después de su primer encuentro con este país, recién llegada a la Ciudad de México, en la primera reunión alrededor de la mesa en el restaurante El Tajín, de su propiedad junto con su esposa la chef Alicia Gironella, quedé gratamente impresionada de su amplia cultura gastronómica, su origen romano le confería una visión especial del Viejo Mundo y su profundo conocimiento de la cultura y de los sabores de México.
Comer con Giorgio era disfrutar una enriquecedora conversación, destacaba la importancia de volver al campo de forma ecológica, de los productos de temporada y sus sabores, razón por la cual disfrutábamos el menú diseñado para la ocasión, departiendo sobre cualidades organolépticas, exaltadas por los ingredientes y preparaciones con que armonizaban en cocina, ese gusto marcado por la temporalidad y la tradición con un toque de actualidad marcado por el refinamiento, que disfrutábamos en su restaurante, que junto con Alicia, diseñaron como una extensión de su casa.
Cautivados por los sabores y aromas de una cocina respetuosa de sus raíces mexicanas, principalmente yucateca con acentos catalanes confeccionada con refinamiento, platillos exquisitos acompañados con una copa de buen vino, provocando ese estado de felicidad en sutiles explosiones como si “tocará el alma” a través de las buenas mesas; precisamente, sobre éstas versó nuestra primera conversación en noviembre de 1993, deliciosas charlas que continuaron hasta un día antes de su muerte.
Nuestro tema en aquel momento era ayudar a los mercados con productos eco gastronómicos para impulsar un comercio justo, limpio y sabroso, donde campesinos laboran sus campos para desarrollar huertas responsable y amables con el medio ambiente, dejando así una derrama económica justa para quienes hacen producir la tierra, apoyando de esta forma la conservación de la biodiversidad de un país considerado entre los 10 países con mayor biodiversidad del mundo.
Slow Food se volvió su bandera como representante de este movimiento eco-gastronómico en el país, cambiando poco a poco la visión de la gastronomía con conciencia por preservar la cocina tradicional de las diferentes regiones de México, contagiando esa pasión a las nuevas generaciones de chefs, ese respeto al origen e historia de ingredientes autóctonos, por las técnicas tradicionales, cautivando a los más exigentes paladares, que con un aire creativo han posicionado nuestra gastronomía en las mejores mesas del mundo.
Esa pasión por la buena cocina, ese respeto a la tierra y a sus productos, a los campesinos, “intelectuales del campo”, como atinadamente les llama Carlo Petrini, fundador de Slow Food en Italia y amigo entrañable de Giorgio, destacado gourmet, periodista de moda, arte y cocina, escritor y un esteta, doctor en Economía, cuyo espíritu renovador lo trajo a México como director de moda de Claudia, una de las primeras revistas del México de los años 70 del Siglo XX.
En México encontró su segundo país, después de pasar por Perú y Argentina, y su gran amor, aprendió un perfecto español, al grado de publicar diversos libros entre los que destacan El Mundo del Vino, Guía Gastronómica de México, Comer como Dios manda y El Larousse de la Cocina Mexicana, que junto con Alicia Gironella confeccionó con esa vena literaria, que lo llevó a escribir semanalmente en los diarios más importantes del país.
Soñar es el motor que nos mantiene avante y Giorgio supo visualizar la fama de la que hoy goza la cocina mexicana. Este caballero, divertido y amante de las buenas mesas logró en vida materializar varios de sus sueños y estoy segura, que desde donde esté está celebrando un sueño hecho realidad, que la gastronomía, tanto tradicional como contemporánea de México, fuera reconocida a nivel país y que chefs y cocineras tradicionales compartieran el título de Embajadores de la Cocina Mexicana.
«En Memoria de Giorgio De’Angeli» se presentó en Exporestaurantes como un homenaje a uno de los gastrónomos más reconocidos de México, incansable promotor del movimiento eco gastronómico Slow Food México, periodista, escritor, economista, sibarita y gourmet.