La nueva era de los mandilones
Al escribir este título me pongo a pensar si había otra “era”, si hubo algún momento en el que estos hombres que ayudaban en casa preferían mantenerse en el anonimato, algo así como “mandilón de clóset”.
Lo cierto es que hoy no sólo está bien visto, sino que es prácticamente obligatorio que los hombres ayuden en el hogar, porque si las mujeres trabajan, entonces todo tiene que ser parejo.
Tengo que confesarles que hace unos días solté una gran carcajada por algo que nunca antes había escuchado. Pasaba la medianoche y yo estaba tecleando en la computadora sobre algunos textos, cuando un amigo comenzó a pedir ayuda a través de un chat grupal de Facebook. Su preocupación era singular: ¡no sabía cómo encender su lavadora!
Yo ayudé con mi sarcasmo, porque de niveles de agua, tiempo de duración o cantidad de ropa no conozco más allá de lo que hace la que yo tengo en casa. Para nuestra buena fortuna, una amiga querida salió al quite y explicó fácilmente cómo saber si la cantidad de ropa era exagerada y hasta cómo pasar el tiempo tranquilamente en lo que aquel aparato “hacía lo suyo”.
Apenas íbamos saliendo de la tarea del lavado, cuando mi amigo soltó la foto de lo que le faltaba: ¡una buena cantidad de trastes sucios esperando de sus manos trabajadoras!
Él está casado desde hace siete años, es padre de unas preciosas gemelas de cuatro años y, además de todo, es periodista de tiempo completo, así que ante su gran cantidad de labor en el hogar, las indiscretas de las amigas preguntamos: “y a todo esto, ¿dónde está tu esposa?”
“El Oso”, como le llamamos a nuestro pachoncito amigo, nos explicó que ella estaba dormida con las niñas. Se hizo una pausa en el chat y en vez de decirle frases como “pobrecito, cómo te explotan”, sólo pudimos demostrar nuestra admiración por esta mujer moderna, que también trabaja de tiempo completo y que es capaz de exigirle al marido que lleve a casa algo más que el gasto.
Cometí la indiscreción de decirle a mi amigo: “pensé que todo esto era porque tu mujer ya te había dejado”, pero su respuesta fue lo mejor: “No, no me ha dejado, y además ya le dije que si se va con otro… ¡yo me voy con ellos!” Todos soltamos las carcajadas.
MI GRAN ERROR sería pensar que los mandilones ya no existen, porque sí, andan por ahí, orgullosos de saber prender la lavadora y de dejar que su esposa descanse tranquilamente mientras ellos ayudan.
Bravo por el Oso y por todos esos hombres modernos que comparten y ayudan en las labores del hogar, aunque sea ¡por miedo a que los dejen!
yo prefiero el anonimato
Jaja, buenísimo, quiero un osito como ese
Qué bien que te gustó, saludos!